¿Cuántas veces a la semana o incluso al mes te pesas?, o ¿te pones sumamente nervioso minutos antes de subirte a la báscula?, o ¿cuántas veces te has subido a la báscula y el número reflejado ha afectado tu estado de ánimo?
La gran mayoría si no es que todos, solemos aferrarnos a aquel número que vemos en la báscula, y no solo eso, lo peor es que dejamos que ese número dicte nuestro estado de ánimo. Si bajamos 600 gramos por ejemplo nos ponemos felices, contentos, y hasta nosotros mismos nos vemos más delgados, pero si vemos que no se mueve la báscula o que se movió pero unos gramos hacia arriba, nos enojamos, nos frustramos, nos castigamos, nos vemos más “gordos” y nos llegamos a sentir culpables y a veces hasta avergonzados.
Te pregunto, ¿realmente esto es vida o un hábito saludable que nos permite vivir, disfrutar y estar saludable? Se nos olvida que el peso reflejado en una báscula es solo un número, un número que verdaderamente no mide tal cuál nuestro progreso, porque nuestro cuerpo no solo está compuesto o conformado por grasa, también por agua, músculo, huesos, etc.
Nos cuesta trabajo entender esto, pero la realidad es que cuando usamos la báscula para medir nuestro progreso, lo único que hacemos es orillarnos a desarrollar e implementar una relación tóxica con la comida, con nuestra autoimagen corporal y con nuestro auto-valor. Recuerda esto el peso no dicta si estamos saludables o no.
Todo esto nos lleva a hacernos la pregunta, que seguro ahorita muchos de ustedes se están haciendo: ¿Si no me peso, cómo mido mi progreso?
Para darte algunas ideas, existen diferentes formas y maneras de medir nuestro progreso, sin necesitar de una báscula. Por lo que, realmente hay un cambio cuando:
1. Te estresas menos por la comida: dejas de pensar en el ¿qué vas a comer?, ¿cuándo vas a comer?,y ¿cuánto vas comer?, preguntas que solías hacerte constantemente que hoy ya no, porque más bien te enfocas en disfrutar lo que comes. Eres consciente de que la comida no tiene el control sobre ti y que tus días no se basan en si “te portaste bien” o si “te excediste un poco” en la comida.
2. Comes lo que realmente te gusta y disfrutas: conoces cuales son los alimentos que realmente son ricos para ti y te gustan. Así como también te das la oportunidad de experimentar más en la cocina y jugar con nuevas recetas y alimentos.
3. Tienes más energía: te sientes más en sintonía con tu cuerpo y eres capaz de reconocer que alimentos te hacen sentir excelente, porque sabes que alimentos son los que elevan tu energía y cuales no. Estás mucho más activo y te sientes hasta más productivo.
4. Dejas de categorizar a la comida como “buena” y “mala”, tienes una mejor relación con la comida, te das tus gustitos y permites que todo tipo de alimentos quepan en tu dieta sin después sentirte culpable.
5. Comes en exceso con menos frecuencia, porque accedes a comer todo tipo de alimentos y te liberas de la mentalidad dietética.
6. Tus antojos han disminuido, porque tu cuerpo sabe que lo vas a alimentar cuando tenga hambre y que no lo restringirás o prohibirás, sino que lo escucharás y le darás las porciones adecuadas.
7. Puedes comer cualquier alimento sin sentirte después culpable, porque ningún alimento esta prohibido, lo disfrutas y luego continuas con tu día normal. No dejas que un alimento dicte tu estado de ánimo, ni tampoco que te haga sentir culpable.
8. Puedes levantar más peso y hacer más repeticiones: hay mejoras en las rutinas de fuerza, de tal forma que empiezas a notar más el músculo en tu cuerpo e inclusivo puedes hacer ciertos ejercicios que antes de verdad te costaban o que de plano no podías realizar. .
9. Haces ejercicio por que te gusta y lo disfrutas, no para auto-castigarte, realmente te mantienes activo durante el día porque lo gozas. Encontraste la forma de moverte que más te gusta y te motiva a seguir realizándolo.
10. Tu ropa te queda mejor, te poner esos jeans que antes te apretaban y ahora te quedan grandes, o justo a la medida.
11. Tienes más confianza en ti mismo, conforme haz ido trabajando en ti, tu autoimagen, autopercepción, autoestima y autoconfianza han mejorado y por lo tanto te sientes mucho más seguro de ti mismo. Esta autoconfianza se ve reflejada mayoritariamente en tus relaciones personales, en el trabajo y en tu manera de interactuar y en tu forma de actuar diariamente.
En vez de querer medir tu progreso con la báscula, mejor mídelo a través del cambio reflejado en tu comportamiento y tus pensamientos.
Recuerda que es un proceso, que lleva su tiempo, que los cambios no ocurren de la noche a la mañana, que te tomó tiempo estar donde estás y que por lo tanto te llevará tiempo llegar a donde quieres estar. Que eres único, que cada cuerpo es diferente y por lo tanto no debes compararte y más bien debes regirte y seguir tus propios parámetros.
Celebra todos tus triunfos y éxitos, sin importar que tan pequeños sean y escríbelos en algún lugar donde puedas leerlos diario porque te ayudarán a motivarte en aquellos días en los que te quieras rendir.
¿Cómo mides tu progreso? ¡Cuéntanos en los comentarios, nos encantará leerte!
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